Observatorio de la Marca Andorra (XL): Diplomacia económica e inversión exterior

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“Por eso es necesario desarrollar lo que nunca hemos hecho y que ya es hora de que desarrollemos: la diplomacia económica de Andorra.”

La diplomacia económica parece un concepto fácil, de esos que se describen por sí solos. ¿Es una herramienta de un Estado? ¿Es quizás incluso una responsabilidad vinculada a la política internacional de un país? Sea cual sea la interpretación, más allá de los grandes Estados, ¿es un concepto aplicable a un país pequeño como el nuestro?

Estos días estamos viendo a un proactivo Presidente del Gobierno español viajando por China y negociando a nivel alto hasta lograr el compromiso de una importante inversión china en España de 906 millones de euros por parte de Enivision, para construir el primer parque industrial de hidrógeno verde y tecnologías net zero de Europa. A cambio, el Gobierno español se ha comprometido a mediar ante la UE para reconducir tensiones preexistentes provocadas por la imposición de aranceles a los vehículos eléctricos chinos y otros productos procedentes de dicho país y con destino a Europa. Pues bien, esto es un ejemplo de diplomacia económica que, además, si se cumple la promesa china, cosa que no está del todo clara, dicho proyecto podría generar más de mil nuevos empleos en España, entre otros éxitos.

Claro, este es el ejemplo de un gran país como España con una de las economías más fuertes de la UE, a pesar de todas sus carencias, que también las hay. Pero ¿y un pequeño Estado como Andorra? ¿Qué diplomacia económica puede desarrollar para ayudar a hacer crecer nuestra economía?

Porque de encuentros y reuniones internacionales de alto nivel los hay. Recientemente, hemos visto una reunión oficial entre los máximos mandatarios de Andorra y Eslovenia, donde nuestro país ha explicado los avances de Andorra en el Acuerdo con la UE y ha agradecido el apoyo de este país durante los últimos nueve años de negociación, y ambos mandatarios se han comprometido a colaborar en materia económica, turística y deportiva, así como en el ámbito de la digitalización y la inteligencia artificial, reforzando el acuerdo firmado en 2022 entre Andorra Recerca i Innovación y el IRCAI esloveno, además de comprometerse igualmente a iniciar la negociación de un convenio para evitar la doble imposición. En fin, esto también es diplomacia, no sé si económica o no, pero diplomacia indudablemente. Ahora bien, observamos una particularidad que nos caracteriza desde hace años: aquí no hay proyectos concretos para activar que se puedan cuantificar económicamente en forma de inversión o de creación de empleos. Aquí se demuestra que aún no hemos alcanzado el papel de país estratégico -ni siquiera sé si alguien en el país se lo ha planteado- sino que de momento, nos toca el papel de “país pequeño” y de “país con un posicionamiento internacional en construcción”, y por tanto, seguimos “picando piedra” hasta que algún día, aparezca alguna iniciativa internacional que proponga una inversión de auténtico valor añadido, lo que tanto anhelamos -o quizás no tanto, según de quién se trate- una “inversión exterior cualificada”.

Pero ¿qué podemos hacer para pasar de una “diplomacia formal” o “política” a una “diplomacia económica” de verdad?

Hace unas semanas, nos exclamábamos en otro artículo, del porqué habíamos perdido la adjudicación de los mundiales de esquí de 2029 y 2031 frente a noruegos e italianos. 

https://www.elperiodic.ad/opinio/article/106773/observatori-de-la-marca-andorra-xxxiv-diplomacia-estrategia-i-geopolitica-digital

Y eso que a nivel de diplomacia deportiva nos creíamos mejor posicionados de lo que al final se demostró.

Queda claro que sacando pecho con el tema del Acuerdo de Asociación con la UE podemos hacer “amigos”, como Eslovenia, pero para que esta diplomacia aporte resultados prácticos se necesita algo más, y es en esta asignatura en la que debemos reforzarnos.

Analizando un reciente estudio del prestigioso Instituto Elcano, que hace un estudio comparativo a nivel internacional de la diplomacia económica -del que sin duda hablaremos en otras ocasiones-, destaca con gran énfasis el esfuerzo que han hecho algunos países en reforzar su “marca país” como elemento diferenciador para potenciar la proyección económica internacional, y hablamos de países como Francia, Italia, Corea o Brasil, que han puesto en valor aspectos como las nuevas tecnologías en combinación con particularidades culturales como gastronomía o lengua.

Hemos visto cómo recientemente se nos ha informado que laboratorios Grifols o el Instituto Cugat de medicina han descartado Andorra, por diferentes razones, con una diferente concepción local de los proyectos, pero aquí no llega “nadie” de peso aún para volcar no solo dinero, sino conocimiento, prosperidad y estabilidad, y por qué no decirlo, mejora del poder adquisitivo de nuestra ciudadanía.

¿Qué debemos hacer para ser capaces de atraer inversión exterior cualificada? De momento, eso sí, nos dedicamos a combatir la inversión exterior, sea cualificada o especulativa, pues se ha convertido en el gran enemigo a batir. En pro del teórico “bienestar de nuestra ciudadanía”, hemos anunciado el nacimiento del omnibus y todas sus recetas mágicas para hacer aflorar miles de pisos ya construidos, para hacer el país más sostenible y para protegernos de una “invasión exterior” que, por cierto, no nos ha invadido nunca aún y que al paso que vamos tardará mucho tiempo en invadirnos, por desgracia de todos.

Lo siento, pero como ya he dicho otras veces, es perfectamente compatible una estrategia global de país para resolver de manera coordinada y rápida el problema del hábitat, que afecta a una parte importante de la ciudadanía, con el refuerzo de nuestra economía productiva promoviendo el crecimiento a partir de la atracción de inversión exterior como lo hacen todos los países grandes del mundo, y no tan grandes.

Por eso es necesario desarrollar lo que nunca hemos hecho y que ya es hora de que desarrollemos: la diplomacia económica de Andorra. Esta debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas desde la educación secundaria hasta los másteres universitarios de posgrado. No me extenderé aquí a explicar nada más al respecto. Me conformo con que quede un mensaje muy simple consistente en que la ciudadanía del país tiene derecho a saber que sus problemas tienen solución y que nuestros gobernantes deben cambiar su forma de gobernar usando los mecanismos más útiles y prácticos en busca de los mejores resultados para todos.

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