Nieve, montaña, altitud, frío y hielo son conceptos inherentes a nuestra esencia como país. Todos ellos, relacionados entre sí, nos han dado, nos dan y aún nos pueden dar más en el futuro si se aprende a maximizar su valor.
Primero fueron la nieve y el esquí alpino los que abrieron el camino hacia la prosperidad y proyección deportiva, turística y económica del país. Fue a mediados del siglo pasado, y lo cierto es que la perseverancia y el saber hacer de tantos años nos han llevado hasta hoy, convirtiéndonos en una referencia internacional. Sin embargo, en los últimos años se han sumado la montaña y la altitud para activar todos esos deportes y competiciones que han servido para posicionar a Andorra también como una referencia en este ámbito. Hasta ahora hemos hablado ampliamente de unos y otros, del presente y los éxitos logrados, y también del futuro y los retos pendientes, pero para completar lo que califico como la trilogía virtuosa del deporte vinculado a nuestro entorno natural y climático, nos falta poner atención en los “Deportes de Hielo”, probablemente aquellos que integran el aspecto más tecnológico y artificial, lo que implica esfuerzos de inversión y mantenimiento más altos si se quiere alcanzar un nivel de infraestructuras que estén a la altura.
Andorra tiene el privilegio de disponer de una de estas complejas infraestructuras desde hace algo menos de 36 años, todo gracias a la inspiración y visión de futuro de los mandatarios parroquiales y estatales de la época, que vieron que una pista de hielo podría ser un gran dinamizador de la parroquia, en este caso de Canillo, y también del país. De hecho, el Palau de Gel se ha convertido en un símbolo de Andorra, y el hecho de que haya tan pocas pistas de hielo en nuestro entorno nos ayuda a intuir la complejidad que conlleva y el más que meritorio esfuerzo de nuestras instituciones para conservarlo en condiciones. La constante búsqueda de fórmulas para rentabilizar esta costosa infraestructura culminó hace pocos meses con la inauguración de la última reforma, que ha supuesto la renovación de la pista de hielo —con tecnología de vanguardia y sostenibilidad garantizada— y de la piscina, además de la instalación de placas fotovoltaicas y la inclusión de un pequeño parque acuático. Ahora bien, independientemente de la rentabilidad y optimización que se haga, que sabemos que sigue en proceso y que conllevará una mejora sustancial del gimnasio y las instalaciones anexas, e incluso se ha previsto un concurso de ideas para potenciar espacios exteriores que hoy no tienen ningún uso, lo que da sentido al Palau es la práctica de los deportes de hielo.
Actualmente, como disciplinas incluidas dentro del ámbito de actuación de la Federación Andorrana de Deportes de Hielo, hay tres: el curling, el hockey sobre hielo y el patinaje artístico sobre hielo, y las tres tienen como único espacio de referencia para su práctica el Palau de Gel de Canillo.
Ahora bien, si le preguntamos a un ciudadano de las parroquias centrales qué sabe de estos deportes y de su práctica en el país, seguramente nos dirá que poco, y probablemente aún menos de las demás disciplinas olímpicas de deportes de hielo como el luge, el skeleton o el bobsleigh, o incluso el patinaje de velocidad, todas ellas disciplinas muy espectaculares que, junto a las vinculadas al mundo del esquí, estarán presentes en los Juegos Olímpicos de Invierno de Milán-Cortina d’Ampezzo 2026. De hecho, si el esquí es hoy un deporte mayoritario en el país y uno de los motores de nuestra economía, preguntémonos: ¿cuántos ciudadanos patinan sobre hielo? ¿Y cuántos practican el hockey sobre hielo o el curling? Pocos, ¿de acuerdo?, ¡pero la oportunidad es innegable! En clave de marca país, veo claramente en el ecosistema de los deportes de hielo un dinamizador privilegiado de la imagen que Andorra quiere proyectar internacionalmente y de su economía. ¿Por qué no tratar de mirarnos en el ejemplo de otras localidades pirenaicas o alpinas capaces de acoger instalaciones y desarrollar disciplinas que atraen la celebración de grandes eventos deportivos de nieve y hielo? ¿Y qué pasaría si a este hecho le sumamos algunas de las grandes marcas del mundo de los deportes de invierno tomando como referencia Andorra? ¿No aspiramos a atraer talento, ya sea deportivo o empresarial? Pues hay que empezar desde la base, y nunca mejor dicho, porque realmente los deportes de hielo en el país necesitan un fuerte desarrollo para hacerse notar, tanto el hockey, que tiene dos ligas vecinas en las que podría participar, como el curling, y sobre todo el patinaje artístico. Este último es un deporte de altísima precisión técnica y virtuosismo artístico, minoritario pero sorprendente en todos los sentidos y un gran reto para todos aquellos que se atrevan a practicarlo, ya que es una disciplina que trabaja casi todos los músculos del cuerpo, y en el deslizamiento intervienen en perfecta armonía el equilibrio y la flexibilidad.
Hoy, sin embargo, el patinaje sobre hielo sobrevive gracias a las aportaciones de poco menos de un centenar de socios y, sobre todo, al apoyo del Comú de Canillo, que desde hace años ayuda abnegadamente a la práctica de este deporte con una importante subvención para afrontar los costos derivados del alquiler del hielo y del equipo técnico, y que permite que una cincuentena de jóvenes patinadoras y patinadores se eduquen en la cultura de un deporte exigente y sacrificado, y que incluso algunos de ellos alimenten el sueño de algún día verse compitiendo al más alto nivel y en los escenarios más prestigiosos del mundo.
La Marca Andorra también quiere fijarse en estos deportes y en el potencial que representan para el futuro desarrollo del país. Por eso, no sería de extrañar —todos atentos, pues— que en los próximos tiempos se hable mucho más de ellos. Tiempo al tiempo, ¿quién lo sabe? Además, la consolidación de los deportes de hielo en Andorra, aparte de las virtudes dinamizadoras de nuestra economía y nuestra sociedad, es el mejor homenaje que podemos hacer a todos aquellos que tanto sufrieron y siguen sufriendo por el buen funcionamiento del Palau desde su gestación hasta el día de hoy, que se ha convertido en una instalación modélica y que ahora solo espera que un grupo cada vez más grande de practicantes y usuarios, de casa y de fuera, le hagan los honores que merece, convirtiéndose en punta de lanza de un futuro y exitoso desarrollo de los deportes de hielo en Andorra.