Observatorio de la Marca Andorra (XXXIX): Reflexiones sobre la evolución de la cuestión de la vivienda durante los últimos 12 años y la opción de convertirse en un país Premium.

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“(…) lo que realmente ha faltado es el impulso, por parte de los sucesivos Gobiernos y de la iniciativa privada, de una estrategia clara para solucionar la falta de vivienda a precio asequible.”

Recientemente, ACODA, en voz de su Presidente, anunciaba la llegada de una nueva crisis en la construcción en un plazo máximo de 2 años, como consecuencia de la crisis en los países vecinos, España y Francia, que parecería haber comenzado y que pronto empezará a notarse en Andorra. A su vez, lo vinculaba con los efectos potencialmente agravantes de la futura ley ómnibus y las moratorias urbanísticas.

De hecho, es totalmente cierto que la construcción en España y Francia, y también en parte de Europa, se ha estancado e incluso ha disminuido desde el año 2023, y no parece que la tendencia vaya a cambiar en lo que llevamos de 2024. Esto, en consecuencia, también afecta a la venta de viviendas, que últimamente está disminuyendo en porcentajes de dos dígitos. Claro, por un lado, se debía combatir la inflación, y el mecanismo habitual es el aumento de las tasas de interés. Pues bien, el fuerte ascenso de las tasas, 4 puntos porcentuales en un año, ha hecho que sea mucho más difícil acceder al crédito bancario, debido al elevado costo que supone. En Francia, por ejemplo, la capacidad de compra del ciudadano promedio ha disminuido un 25%. ¿Cómo no iba a afectar al mercado inmobiliario? Este aumento de costos, obviamente, también desincentiva al promotor inmobiliario que trabaja con crédito.

Adicionalmente, en España se produce un fenómeno similar al de Andorra, consistente en que se construye mucho menos de lo que la población necesita. De hecho, España es el país de Europa que menos construye en proporción a la necesidad de su población. ¡Aquí sí que nos hemos contagiado del mal del vecino!

Tradicionalmente, y en esto doy la razón a ACODA, lo más previsible es que la crisis de los vecinos llegue 2 años más tarde a nuestro país. Tenemos los ejemplos lejanos de las crisis de 1992 o de 2007, pero por el conocimiento que tengo de los cambios que ha experimentado Andorra en los últimos años, me atrevería a decir que esta vez Andorra podría desmarcarse de los efectos de la crisis en los países vecinos, si no fuera porque nos empeñamos en provocar nosotros mismos la crisis, cuando quizás habría otras soluciones mucho más adecuadas al modelo de país que hoy somos y al potencial que tenemos, aunque no seamos del todo conscientes de este potencial.

Generalizar en materias como la construcción o la vivienda genera datos estadísticos, pero a veces es necesario entrar en detalle sobre cómo, desde los datos más generales, se pueden llegar a desglosar realidades opuestas o dispares. Y justamente mi objetivo en este artículo es reflexionar sobre cómo enfrentar las diferentes realidades y hacerlas compatibles con el devenir del país, sin perjudicar a unos para favorecer a otros.

Que Andorra tenía un problema de falta de vivienda a precio asequible, lo sabíamos desde hacía años, tantos o más que los que llevamos aplicando prórrogas a la duración de los contratos de alquiler, de momento hasta 2027. 

Que Andorra, en los últimos 12 años de apertura económica, ha tenido un desarrollo urbanístico que ha impulsado más proyectos de alto standing que de viviendas a precio accesible, entre otras razones por la creciente demanda de los nuevos residentes e inversores cualificados con alto poder adquisitivo, es una realidad incontestable. 

Que en el mismo período de los últimos 12 años no ha habido el impulso de ninguna iniciativa estratégica dirigida a resolver el problema de la falta de vivienda a un precio asumible para la gran mayoría de la población del país, también es una evidencia.

Que no hay que confundir el negocio de la promoción inmobiliaria con el de la construcción y que la elección del modelo de vivienda que se promovía derivaba de la nueva demanda del mercado y del impulso de proyectos de las promotoras del país, también queda claro. Y por tanto, nada tiene que ver ACODA y sus miembros con las tendencias del modelo de negocio inmobiliario en el país, lo cual los sitúa en una posición de evidente vulnerabilidad.

Por tanto, lo que realmente ha faltado es el impulso, por parte de los sucesivos Gobiernos y de la iniciativa privada, de una estrategia clara para solucionar la falta de vivienda a precio asequible, y lo que es más importante resaltar es que, es perfectamente compatible el desarrollo de iniciativas inmobiliarias privadas encaminadas a un cliente potencial de poder adquisitivo medio o alto, con el desarrollo de iniciativas público-privadas dirigidas justamente a resolver el problema de acceso a la vivienda de aquellos a quienes les resulta más complicado, al no disponer de un poder adquisitivo suficiente.

Y ahora, que la crisis internacional ya se percibe, nos llega “la gran solución”, una ley ómnibus en la que no acaban de creer ni sus propios impulsores, pues de hecho ya se anuncian más prórrogas de contratos de alquiler a partir de 2027, previendo el más que probable fracaso de la misma en el objetivo de poner varios miles de viviendas de alquiler en el mercado en tres años, entre otras medidas.

Se equivoca la oposición pensando que los remedios que promueve la “ómnibus” resolverán el problema de la vivienda sin más, y se equivoca el Gobierno tratando de agradar y neutralizar a la oposición promoviendo una inverosímil reforma en la que ni siquiera termina de creer del todo. De hecho, por el clima de crispación y desconcierto que se vive en la calle, me atrevería a decir que nadie cree de verdad que el país saldrá adelante con la “solución ómnibus”.

Como contraposición a los más que probables efectos negativos de dicha solución, cabe decir que la economía productiva del país no se puede detener, perjudicando a diferentes sectores económicos del país, como por ejemplo el de la construcción, que representa el 20% del PIB y el 13% de la masa salarial, para beneficiar no se sabe aún muy bien a quién, pues nadie se ha molestado en hacer estudios rigurosos sobre la necesidad real de vivienda a precio asequible que tiene el país. Esto no significa que el problema no sea real, ¡que lo es y mucho!

El sentido común dice que impulsar un modelo económico de “país Premium”, que potencie la atracción de talento, de inversión exterior cualificada y un turismo de mayor calidad, que impulse nuevas e innovadoras infraestructuras y modelos de negocio, que contribuya a aumentar el poder adquisitivo de la gran mayoría de nuestra población, no es incompatible con resolver el problema del acceso a la vivienda de los que más lo necesitan, con una planificación estratégica público-privada que, abarcando todo el territorio andorrano, desarrolle un proyecto de país a nivel urbanístico que nos lleve a un equilibrio social basado en la redistribución de población, servicios e infraestructuras y mejore, aún más, la calidad de vida de nuestros ciudadanos presentes y futuros.

De hecho, seamos claros, ¿por qué no podemos ser de verdad un “país Premium” donde una inmensa mayoría de la población tiene el poder adquisitivo suficiente como para poder participar con garantías de esta nueva estrategia nacional de solución del acceso a la vivienda y disfrutar de los mejores servicios e infraestructuras? ¿Y que de este estado de bienestar derive un renovado sentimiento de pertenencia que nos haga sentir orgullosos de pertenecer a este país y que nos permita olvidar para siempre estos tristes momentos de indefinición, de falta de visión de futuro, de inexistencia de liderazgo?

Y que no se confundan mis palabras con una crítica al Gobierno actual o a los anteriores, pues al final quien nos gobierna no es más que un reflejo de la sociedad que los ha elegido. La indefinición, la falta de visión de futuro o la inexistencia de liderazgo nace de cada uno de nosotros, también de los privados, somos los primeros responsables. Es muy fácil culpar a los políticos y gobernantes, pero ¿y nosotros, no tenemos iniciativa? ¿No tenemos ninguna fuerza como ciudadanos? Cuando descubramos que sí, veremos que la solución parte de cada uno de nosotros, y que una creciente composición de voluntades puede hacer mucho por construir las más sólidas soluciones para el futuro de un país que puede llegar a ser Premium para todos, si así nos lo planteamos.

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